China, EEUU y la volatilidad de los mercados

Me decía un joven empresario, hace ya algunos meses, que la economía de EEUU había salido de la crisis del 2007 merced al shale o fracking y a los avances en Internet. Y añadía que el resto son pasos hacia una sociedad de bienestar estilo europeo: alta fiscalidad y mucho sector público.

Por curiosidad, miré primero el fracking, a través de Google Earth en Dakota del Norte, y aquello resultó ser una gigantesca plantación no de maíz, sino de torres de petróleo. Cada antiguo granjero con su torre, como hacía James Dean en su papel de Jett Rink, un rencoroso y extravagante tipo que encontraba petróleo esa vez en Texas, y que empezó limpiando mulas, siguió teñido del grasiento aceite y acabó con habano, chaleco y su Cadillac Seville, cortejando a la mujer del jefe, Liz Taylor.

Fracking Dakota del Norte

Pues ahora los de Dakota igual. Era uno de los estados más pobres y ahora nadie le tose. Con ello EEUU en vez de importar la mitad de sus necesidades de petróleo, exporta; acaba de iniciar la exportación y se ha convertido en el primer productor mundial al nivel de Arabia Saudí.

Encima, ello coincide con un menor crecimiento en China, que resulta ser el primer importador mundial de petróleo. Y claro, el precio baja. Por eso y por más cosas aun. Y al personal le entran los nervios porque van mal Brasil y otros productores de commodities.

Luego, pasé a Internet, y miré la capitalización de las mayores empresas de Wall Street. Ya no estaban las primeras: ni Walmart (se creó en 1962), ni Ford (1903), ni General Electric (1892), ni siquiera IBM (1911). La primera es Apple, creada en 1976; la tercera Google, creada en 1998, hace nada, por dos chavales que no habían cumplido los 30 y es algo que te lleva por la historia, la filosofía, la geografía y al conocimiento de todo de forma instantánea; y cito al retoño del grupo, de 2004, Facebook, algo menor, de momento, que hace que el personal vaya por la vida fundido con una tecla táctil. Y muchos más inventos aun, que tendremos que asimilar, porque la información es abrumadora, muy superior a lo que puede gestionar la mente de cualquier paisano.

Y China. China es China. Decía Napoleón que temblaríamos cuando se despertara el coloso oriental. En China hace unos años, a principios de los dos mil, pasaban del campo a las ciudades unos 60 millones de personas cada año. Se dice pronto. Y la renta per cápita andaba apenas por los 3.000 dólares. Ahora hay más de 500 millones de chinos que tienen un nivel parecido al de los españoles y 200 millones bastante por encima. Y la renta per cápita es superior a los 12.000 dólares. En los últimos años, han hecho infraestructuras de todo tipo, más grandes, más altas, más largas, AVEs, puentes, torres; y fabrican todo, sin excepciones, desde ropa Christian Dior hasta satélites. Han progresado a base de trabajar lo suyo y han producido a muy bajos precios, lo que ha beneficiado al consumidor occidental; y han comprado más y más materias primas lo que ha favorecido a los países productores. En la época de Lula en Brasil pasaban del sector de la pobreza al sector de la clase media, a razón de 20 millones de personas al año. Subían los precios de las commodities.

Era el boom.

China crecía a más del 10 % anual. Ahora al 6 % o menos.

¡China, volatilidad de los mercados¡

Quiero con todo ello decir, que los cambios son gigantescos, comparados con los que se registraban en el pasado. Esa es la realidad. Y hay que adaptarse y aprovechar las oportunidades. Las nuevas generaciones son una historia diferente. La igualdad de oportunidades arrasa por todas partes. La imagen sustituye al contacto cercano. El aprendizaje es casi repentino y alcanzable para cualquiera. La retentiva y el esfuerzo, menores.

Pero, al mismo tiempo, hay una lógica inercia del pasado, y los ajustes son muchas veces dolorosos y desconcertantes: el precio del petróleo cae y cae. Y los de las demás commodities: cobre, plomo, metales férreos, bauxita… El oro va por libre: sube o baja según vayan mal o bien los negocios. Al revés que el dólar, más o menos.

Y vuelven los nervios. Porque la costumbre era que los precios de las materias primas, subieran y subieran. Y se da la volatilidad, que es parecido a ir en coche dando volantazos, es tomar decisiones en medio de  incertidumbres: como te faltan datos o te abruman los datos, vas a voleo, con intuiciones, con ortodoxia, o sin ella, con consejas, más que consejos, alocadamente. Sobre todo en los mercados financieros, con los bancos centrales a la cabeza.

Y ya se sabe: cuando la masa adopta un comportamiento unánime, uniforme, generalmente se equivoca, lo que significa que si cien personas se toman una a una, se puede uno encontrar de todo, listos, guapos, sabios, inútiles, trabajadores… Si se toman los cien como un todo, hay altas probabilidades de encontrarte con un único idiota, que expresa una sola opinión.

Y advertía Keynes (notable especulador en Bolsa) a los que iban (y van) por libre, que tenga usted cuidado porque el comportamiento irracional de la masa tiene bastante más aguante que su bolsillo. Por tanto, no resulta del todo irracional la conducta de rebaño.

Creo que de momento hay una especie de lentitud, en casos parálisis, con su dosis de desconcierto, de digestión de muchos nuevos condicionantes en la geografía y en los avances técnicos del mundo, que debemos asimilar para encontrar nuevos equilibrios, ahora muy dinámicos. Sobre todo muy dinámicos.

El individuo es rápido por la cuenta que le trae. La empresa no tanto. Las instituciones, con el Estado a la cabeza, van pisando huevos. Tendremos que acomodar el paso. Lo queramos o no.

Entre tanto, miremos la situación actual con distancia.

Un buen vermut con un western y al sobre.

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